LOS FESTIVALES DE VERANO (COMPLETO)

Con la llegada del buen tiempo empiezan a surgir festivales al aire libre en cualquier punto de nuestra geografía (y en la de países vecinos). En Galicia hace ya muchos años empezó a destacar un festival sobre todos los demás: el RESURRECTION FEST.

Poco a poco fue ganando adeptos y llegó a convertirse en lo que a día de hoy es el principal festival de música metal de España. Allí tienen cabida todas las variantes de metal, el hardcore y el punk. Sin embargo, lo que en sus inicios fue un festival hecho por los fans para los fans se transformó en una máquina de hacer dinero donde empezó a primar el número de personas que acudían por encima de la calidad de su estancia. Así, ante un ambiente abarrotado que ya no era el que yo buscaba y que me frustraba más de lo que entretenía, comencé a buscar información sobre otros festivales que pudieran encajar mejor con lo que yo demandaba.

Sin lugar a dudas, los mejores festivales que tuve la suerte de vivir son los organizados por asociaciones culturales. Y digo vivir porque de eso se trata: empaparse del ambiente, de la música y durante unos días formar una microcomunidad ajena a la sociedad exterior. No son necesarias monumentales decoraciones, ni bandas de cachés multimillonarios, ni infraestructuras complejas para ver en streaming lo que allí ocurre. Sólo es necesario un escenario, un equipo de sonido decente y, por encima de todo, respeto por el público. Los festivales son eventos de ocio, vamos a divertirnos, a disfrutar, no a sufrir y esto a algunos organizadores parece no importarles mucho.


Tras unos años sin poder asistir a festivales (porque para mí un festival sentada no es un festival) el año pasado quería ir a todos los que me fuera posible. Comencé mi temporada en Zamora, en el Z! LIVE ROCK FEST. Sí, ya sé que allí prima el heavy metal, pero llevaba años queriendo ir y decidí intentarlo. Entre la ola de calor y las tormentas que cancelaron uno de los conciertos que más ganas tenía de ver, los inexistentes autobuses que obligaron a caminar unos cuantos kilómetros para regresar al apartamento y la sensación que teníamos todos de que la organización no sabía qué hacer ante los problemas, acabaron con la ilusión de regresar por fin a un festival como los de antes, de pie y sin mascarillas.

Después de ese inicio agridulce, era el momento de probar suerte en el gran RESURRECTION FEST. Desde el primer momento quedó claro que aquello iba a ser un desastre. Estar acampado en lo alto de un mirador y que no hubiese autobuses que te llevaran al recinto no presagiaba nada bueno. Afortunadamente esta organización sí estaba preparada para la incesante lluvia que caería durante 4 días, aunque ese debió de ser uno de sus pocos logros. No os voy a aburrir enumerando todo lo que salió mal, no tendría sentido y sería reabrir heridas ya cicatrizadas. Lo resumiré en que fue "inkornprensible" lo allí vivido.

Y con una inmensa frustración llegó el momento de cruzar la frontera y regresar a Portugal; era el momento de regresar a “casa”.



En el año 2016 me encontré con el cartel de un pequeño festival en el que iban a tocar mis dos bandas portuguesas favoritas: MOONSPELL y BIZARRA LOCOMOTIVA. Ese pequeño festival de entonces, el LAURUS NOBILIS MUSIC, sería mi siguiente destino.
Con MANOWAR como cabeza de cartel, la expectación era máxima por ver qué iba a ocurrir allí. ¿Soportaría mi querido LAURUS la presión de esa avalancha humana y las caprichosas exigencias de la banda? Y la respuesta es que sí, ¡superó ese reto con creces!. A pesar de la ola de calor que reinaba esos días, aunque puede que esa sea su temperatura habitual de julio y sea yo la que no esté habituada a ese calor, se podía ver a la organización trabajando sin cesar para que todo estuviera perfecto tanto en el recinto del festival como de la acampada. Éste es el ejemplo de un festival que fue creciendo sin perder su esencia y su atmósfera es, a día de hoy, inigualable. Año tras año se suben a sus escenarios bandas de primer nivel, aumenta el público asistente y sus organizadores siguen trabajando muy duro orgullosos de lo que han creado porque su principal motivación no es el dinero, sino disfrutar ellos mismos en y de su festival.
Desde el momento en el que se abren las puertas y el público comienza a entrar en el recinto ya se nota que algo nuevo para mí está pasando (y esto resultó ser común en todos los festivales portugueses): ¡el público se acerca al escenario! Da igual que toque una banda local desconocida para la mayoría, el respeto que se siente por los músicos se demuestra participando en su espectáculo y estando en primera línea. Obviamente no es todo el público, tampoco voy a exagerar, pero sí el suficiente para que la banda se sienta cómoda sobre el escenario.
Podría pasarme horas contándoos maravillas de este festival, pero como falta sólo una semana para que comience el LAURUS NOBILIS METAL FEST 2023, ¡y yo no me lo voy a perder!, prefiero animaros a que vayáis a conocerlo por vosotros mismos porque os aseguro que no os defraudará (a pesar de ser este año una edición reducida). Todo lo que ocurra allí esos días os lo contaré más adelante, ¡pero esa es ya otra historia!


Ahora volvamos al tema que nos ha traído hasta aquí… Después de sólo unos días en Portugal mi espíritu festivalero volvía a estar pletórico y la idea de conocer qué se escondía detrás del MILAGRE METALEIRO me atraía sobremanera. En esta ocasión todo el viaje iba a ser en autobuses de líneas regulares y sola, lo que suponía un gran reto personal para mí. A pesar de que el festival tiene lugar en una pequeña aldea de São Pedro do Sul (Viseu) llegar hasta allí sin coche resulta realmente sencillo. Una vez instalada en un hotel de Termas de São Pedro do Sul sólo tuve que dirigirme hasta una de las paradas del autobús (¡gratuito!) que la organización habilita para recoger a los asistentes y llevarlos hasta el recinto del festival y lo mismo para regresar al hotel cada uno de los días.
¿Qué deciros del festival? Es un festival donde da la sensación de que la mayoría de los asistentes se conocen entre ellos y donde seguramente te vayas a encontrar a más músicos de bandas que no vayan a tocar esos días que en ningún otro festival. En contra de lo que pueda parecer, allí nadie se va a sentir aislado. Los portugueses son un pueblo muy hospitalario y el “portunhol” lo dominan muy bien (ventajas de que la televisión emita las series y películas en versión original), así que siempre habrá alguien dispuesto a mantener una conversación.
¿Algo negativo del festival? Con lo bien que comí siempre en Portugal me decepcionó un poco la comida allí. ¡Hasta llegué a echar en falta los carísimos foodtracks del RESURRECTION FEST! Supongo que me esperaba unos de esos puestos de comida donde cocinan todo al momento a la brasa como ya había visto en muchas ferias y concentraciones moteras. Por suerte la provisión de Somersby (sí, es sidra, pero no sabe como el “Ladrón de Manzanas”, ni “Bandida do Pomar” como allí le llaman) y de hidromiel hicieron que la comida quedara en un segundo plano. ¡Un festival imprescindible para acudir cada año en mi agenda festivalera!


Hay muchísimos más festivales a los que me hubiese gustado asistir el verano pasado, con grandes carteles algunos, como es el caso del VAGOS METAL FEST, (algún día conseguiré cuadrar todas las fechas para ir a conocerlo), y otros muchos más modestos, de un sólo día, que logran una auténtica peregrinación metalera hacia sus tierras. Lo que sí vi que tenían todos los festivales en común, como ya adelanté en la introducción, es que cuando detrás de ellos está una asociación cultural todo funciona mucho mejor. Si una empresa gestiona un festival contrata a personas que no están involucradas con el proyecto y, ante cualquier problema, tiran balones fuera porque no saben, ni quieren, encontrar una solución. En cambio, estas asociaciones no dispondrán de los mismos medios que las grandes promotoras, pero saben rodearse de profesionales que lo van a poner todo de su parte para que el resultado sea lo mejor posible.


¡Nos vemos este verano en algún festival!


Ataegina Moon

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